Ideología

En defensa de Dominique Venner. Un llamado, un recordatorio.

Era el 21 de mayo del 2013 cuando un hombre de edad avanzada se suicidó durante un servicio religioso en la catedral de Notre Dame en París. Ciertamente, si este hombre hubiese sido un inmigrante africano o argelino protestando contra la islamofobia o la discriminación en Francia, la noticia se habría convertido en una verdadera bomba en los medios de comunicación. En dado caso, el suicidio habría sido sucedido por toda una serie de manifestaciones que habrían llenado de violencia a las calles francesas.

Sin embargo, quién puso fin a su vida de una forma trágica y pública fue el historiador y ensayista francés Dominique Venner, que lo hacía en protesta por la aprobación del matrimonio igualitario y otras tendencias disolventes. De ahí que su suicidio fuese interpretado como una protesta contra la baja natalidad de los franceses y contra la inmigración ilegal. Para mucha gente, este último acto de transgresión liberadora a cargo de Dominique Venner fue una protesta contra la izquierda pero esa interpretación no es correcta.

En efecto, Dominique Venner fue en aquel momento una voz profética, pues se había dado cuenta de que la ultraderecha encabezada por los Le Pen y otros actores políticos análogos, se preocupaban demasiado por el poder, por las cuestiones electorales y por movilizaciones sociales que en la mayoría de los casos resultaban poco efectivas.

Además, sus autoproclamados herederos también buscaron acallar que uno de los motivos de su partida fue precisamente la americanización de la derecha, la cual se ha vuelto mucho más evidente que antes. Hoy, muchos patriotas en gran parte del mundo confunden la necesidad de dar un respaldo crítico a Trump con la falsa idea de que la civilización europea (o en nuestro caso la civilización indohispánica) y la pseudocivilización yanqui-capitalista son una misma cosa.

Y nuestro error ha sido precisamente ese: el hacer no sea un lado y el no estar ahí para decirle a las nuevas generaciones que están errando el camino. Dominique Venner, siendo neopagano, fue aquella última disertación en medio de los cristianos. Muchos social-patriotas de ahora, por el contrario, prefieren mantenerse aislados dentro de sus círculos radicales antes que hacer frente a una realidad donde buena parte de los simpatizantes potenciales han sido copados por grupos neocons, libertarios o hasta protestantes.

Bien dijo este pensador que las acciones simbólicas y los símbolos mismos eran la nueva clave para la salvación de nuestra civilización. Un símbolo habla más que mil palabras. De ahí la importancia de difundir nuestro símbolo y de convertirlo en el único estandarte de la lucha para el futuro.

Aquel último acto de soberanía personal a cargo de Dominique Venner, fue también un acto de la más absoluta responsabilidad colectiva, pues como alguien que practicó el neopaganismo durante toda su vida, bien pudo haber esperado a la llegada de una muerte natural,  que de acuerdo a todo paganismo verdadero implica una disolución con el todo y un retorno al tótem, al clan y a la herencia de la sangre.

Sin embargo, Venner tuvo el suficiente valor para hacer lo que sus ancestros galo-germánicos, los celtiberos, la realeza inca o los sobrevivientes del paganismo azteca tuvieron que hacer pese a la vergüenza y la humillación: presentarse ante el altar del Dios de los cristianos para hacer una última defensa de su verdad en lo más profundo del Hades, o en el purgatorio de los santos.

Dominique Venner saldrá de ahí victorioso al igual que muchos de nosotros.